La cumbre de la Alianza Atlántica de Londres, en su 70 aniversario, se ha saldado con un frágil compromiso de continuidad en medio de muy serias y variadas divergencias entre los principales aliados.
Los que por primera vez, y por el deseo de los Estados Unidos, han incluido a China entre sus objetivos militares, por la expansión geográfica, militar y tecnológica del gigante asiático, así como al terrorismo islámico, ampliando con ello el ámbito geográfico de actuación de la OTAN.
Pero las buenas palabras de su comunicado final son sólo una fuga hacia delante que no logra ocultar las profundas desavenencias entre sus socios tanto por la nueva y futura identidad de la Alianza como por los problemas internos que en los últimos meses se han evidenciado.
Especialmente por la intervención militar de Turquía en Siria en contra de las comunidades kurdas, lo que decidió Erdogan sin consultarlo en la OTAN con sus aliados, y lo que ha sido duramente criticado por Francia. Así como la compra, por el Gobierno de Ankara, de un sistema antimisiles ruso.
Al fondo de todo ello está la pretensión fallida de Trump de conseguir que los aliados incrementen su aportación financiera a la OTAN (España paga más de 11.000 de euros anuales), aunque el presidente americano si ha conseguido introducir a China en la lista de los potenciales enemigos de la OTAN, sobre la base de su poderío militar y tecnológico y por los recientes ensayos de misiles chinos intercontinentales que podrían alcanzar tanto el territorio de USA como el de la UE.
Una Unión Europea que no estuvo representada como tal en la Cumbre de Londres, lo que evidencia el malestar de la cúpula de Alianza que dirige el noruego y secretario general Jen Stoltenberg, porque en la OTAN se ve con malos ojos el proyecto de la UE contar con una organización autónoma (PESC) para poner en marcha una política de Defensa y de Seguridad de la UE, al margen de la OTAN. Un objetivo ambicioso e importante que figura entre las prioridades del Alto Representante europeo estas cuestiones que es el español Josep Borrell.
Además lo que no puede ocurrir es que el presidente Trump por una parte exija a Europa más compromisos económicos y militares visando incluso a China cuando el mismo desde La Casa Blanca lanza una batalla comercial contra la UE. No se puede ser aliado militar y enemigo comercial.
En cuanto a España ninguna novedad en el marco Atlántico pero está claro que la Defensa y la Seguridad de España se tiene que replantear y definir a la luz de los nuevos objetivos estratégicos atlánticos y europeos.
Porque no tiene sentido que España tenga una relación multilateral con la OTAN y otra parecida con la UE, además de una Tratado bilateral con los EE.UU (y una base británica en Gibraltar) y que ninguno de esos acuerdos garantice la defensa de todo el territorio español, Ceuta y Melilla incluidas, porque fueron excluidas del acuerdo de nuestra incorporación a la OTAN, lo que fue un grave error y una irresponsabilidad política monumental.
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